Las bestias se solazan
cuando el horizonte
lanza subrepticiamente
sus dardos de color,
inmutables,
acostumbradas
a fuerza de terrón.
El campo se prepara:
Las hojas se debaten
entre carasque pretenden ofrecer.
El águila envilece
las hondurasde los montes
de Cardiel.
Las aguas se proclaman
redentorasde las hoces
y la mies.
Las hoces se camuflan
en los vallescomo trampas
para pies.
La tierra se evapora
lentamenteen la guarda
de la hora
que se cierne.
La yegua se compone,
y el hombre se incorporaen la estribera
intuyendo
que ya viene.
La hora de la tregua.
El efímero instante
en que el viento no respira,la piel no se siente,
la luz se detiene
y arranca el dorado
de las cosas,
y de los seres,
subyugados,
ante el levísimo
equilibrio de la vida.